MADNESS IN MY MIND

MADNESS IN MY MIND
by Joseph Epitie

jueves, 16 de junio de 2016

Mi red social favorita

Recientemente en uno de mis días de trajín, de ir y venir, volvía a casa y como es habitual paso por el parque, me gusta ver en ese parque jugar a los pocos niños que ya se animan a salir a practicar deporte en la hierba porque en cierto modo me recuerda a cuando era pequeño y me pasaba tardes enteras hasta que a la hora en la que se ponía el sol mi madre nos llamaba para entrar a cenar. En eso que paseaba la mirada reparé en los dos únicos niños que estaban en los columpios, uno junto a otro, ambos con sus respectívos móviles en la mano, tendrían unos ocho años cada uno, sin hablarse ni hacer gesto alguno tan solo estaban centrados en los aparatos, hice ademán de acercarme a decirles algo pero me contuve, supongo no soy quien para negarles ni criticarles lo que sus padres con tanto esfuerzo les han comprado para que "disfruten" con ello de la compañía de sus amigos en un banco sentados en silencio mientras quedan para chatear con más gente de la que está en ese momento junto a ellos.
Es muy habitual ya en los últimos años, ver a jóvenes, y no tan jóvenes...y no me refiero a edad por encima de los jóvenes no, sino por abajo, chicos que no han llegado a la edad de la pubertad abstraidos con sus teléfonos móviles enfrascados en sabe dios que cosa tan importante que les entretiene.
Y en este instante en que quiero criticar la actitud de progenitores y defensores a ultranza de la tecnología como modo de instruír, el sobreproteccionismo a los niños y el darles todo es peligroso, pueden correr el grave riesgo de acomodarse en un mundo que...ahí fuera la gente irá a por ellos, las cosas no son tan fáciles, si van al colegio que carguen con su mochila, si van a entrenar que a la vuelta se preocupen de su ropa, si van a jugar que busquen su imaginación y sobretodo...papás, mamás...si vosotros hace 20 años sobrevivisteis a rebozos en los parques y mancharos todo el dia, correr, comer pan de corteza con chocolate, si sobrevivisteis a heriditas, vuestros niños por pasar por lo mismo también lo harán, no os preocupéis tanto que la muerte no acecha en cada esquina, el peligro no es ya siempre el "señor que da caramelos a los niños en la esquina del colegio", el peligro es a veces más sutil y más invisible.
 La verdad que vivimos en un mundo en que todo está al alcance de un clic, tenemos una masiva información y probablemente sea la generación esta y la venidera la que más facil accede a todo contenido visual, musical o de cualquier índole en toda la Historia. Esto es muy productivo y ayuda a gana tiempo pero...¿Dónde quedó la creatividad? ¿La magia de investigar y descubrir por uno mismo? ¿El tener que recorrer un tramo, distancia, camino físico o virtual para llegar a ese pequeño lugar en que se halla aquella incógnita que nos ha carcomido hasta desvelarla? La reducción y sofisticación de los teléfonos móviles, ordenadores, la miniaturización ha hecho que en el bolsillo podamos llevar todo lo necesario para satisfacernos...bueno, casi todo.
Nos perdemos en un mundo en el que las relaciones se basan mas en la potencia de wifi que tenemos en casa, redes sociales y un conglomerado de gente que muchas veces ni conocemos pero que nuestra autoestima y muchas veces nuestro propio estado de ánimo depende de la aprobación popular de esa gran masa de gente, los "likes", los "me gusta" que tenemos, el tener la mejor hazaña, el superar a ese de la otra parte del mundo que hizo aquello, por lo general sin valorar antes el riesgo que entraña ese acto en el que aún a riesgo de perder la propia dignidad o incluso la vida estamos dispuestos a realizar por el aplauso popular. ¿A quién le importa algo si nadie está para verlo? Esa es la cuestión, por lo que adornamos y decoramos nuestras vidas exaltando y haciendo uso de nuestros minutos en pro de una exagerada pose de la realidad que vivimos.
¿En quienes nos hemos convertido? ¿En productos de las redes sociales? ¿En meros publicitarios y anunciantes de nuestras vidas? Mucha gente se dedica a serlo, nada



más que a describir lo que hacen sin hacer lo que hacen, hace poco, disfrutando de un partido de fútbol con los amigos en un bar, estaba viendo poco antes del lanzamiento de un penal decisivo para el encuentro como mucha gente sacaba el teléfono móvil para atención, grabar su propia reacción ante el desenlace de este, como reportero de su propio yo. Estamos cada vez perdiendo esa capacidad que tenemos de sorprendernos, de disfrutar de los momentos, los instantes que se nos escapan de las manos por ir a Menu-Camara...esperar y...clic. Es bonito y no lo niego, tener una imágen que evoque un recuerdo, pero si solo nos centramos en tener la imágen no tendremos recuerdo alguno, tan solo acabaremos nuestros veranos con un montón de imágenes en el ordenador. La mejor red social que podemos tener en la calle con los amigos son ellos mismos, que hablamos muchas veces para poder quedar pero cuando estamos con ellos...disfrutamos del móvil en su compañía, pero concretamos otra cita para quedar con ellos y...estar con el movil otra vez. Se acerca la época estival en la que queremos disfrutar del calor, la costa, el monte, muchos gustos...os invito a buscar en los bares, barbacoas, la mejor red social, a apagar el movil y levantar la vista a vuestro alrededor, menos instantáneas y...más instantes.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Mi abismo favorito

Siempre suele pasar, cuando alguien se va deja un vacío que es casi imposible de llenar, por lo que a veces buscamos desesperadamente la forma de hacerlo, bien sea buscando un sustituto o cosas que nos hagan olvidar que en algún momento hubo algo lleno y que ahora es un abismo al cual no queremos mirar por temor a caer de nuevo.
Los fantasmas se suelen acumular, al principio en forma de cosas, personas, olores...todo, prácticamente la vida nos recuerda ese pasado que en un momento se nos antojó mejor, más placentero y reconfortante porque si, en esos momentos uno siente que nada puede ir mal e incluso en los malos ratos...todo mejorará, lo hacía siempre, ¿Por qué no iba a ser esa una de esas múltiples veces de ratitos malos?
¿Conocéis el ruido que hace un espejo al romperse contra el suelo? Ese sonido tan agudo, a veces estremecedor y que si no lo vemos venir incluso nos eriza el vello. Así es el instante en que nos vemos solos, si pudiera darle un sonido sería ese...o el de una punzada que tan bien expresan en las series manga, e incluso ahora, casi puedo incluso sentirlo si cierro los ojos. Parece que la vida se para, el corazón incluso bombea más fuerte pero lento a la vez, a la par que nuestro otrora vital ánimo lento y pesadamente se dirige hacia el bosque de la oscuridad mirando hacia la más absoluta oscuridad, esa en la que se está convirtiendo el alma.

Andar en la oscuridad conlleva muchos peligros, si ya lo hace simplemente estando en nuestras casas que en teoría conocemos y nos golpeamos por la madrugada, que no ocurriría en un bosque desconocido y acechante en medio de la más negra de las noches...Vivir ese desánimo y desapego por lo que nos rodea genera una espiral dolorosa muy difícil de salir.  Sin más herramientas que los sentidos, en un bosque tan solo podríamos esperar a que los primeros rayos del amanecer comiencen a iluminar nuestro camino.
El vacío dejado por una persona nos hace caer una y otra vez en una espiral de desazón y malestar del cual para salir hemos de saltar violentamente hacia otra dirección que no sea ese círculo infinito porque es física, la fuerza centrífuga nos tirará hacia fuera pero al estar atados a ese abismo y mirarlo una y otra vez anulamos esta fuerza, con lo cual nos queda la centrípeta que nos tirará constantemente hacia el interiór, eso añadido a la velocidad constante de dar vueltas y más vueltas en ese círculo infernal que al entrar más y más hondo aumenta vertiginosamente terminando por hundirnos, quizás de forma definitiva. Y si hay algo que jamás miente, son los números, las cifras, la Física.
Por ello estemos en un bosque a oscuras o cayendo en un abismo hemos de buscar ese faro externo que nos ilumine, ese gancho que nos arranque de la espiral...muchas veces la vemos en las pequeñas estrellas del día a día...hace poco mi querida madre me dijo que la felicidad esta en las pequeñas cosas de cada día, ella en ese momento la encontró en la caricia de un pequeño y alegre bebé. Quizás sea cierto porque ahora recordando esa escena aún me estremezco de emoción al verla sonreír a la pequeña bebe.
No se exáctamente desde dónde estoy expresando estas palabras, pero si miro a mi alrededor se que me ha tocado un bosque un tanto angosto, lúgubre y hostil en el que vivir...salir no se, gritar tampoco por lo que me toca convivir en el, no se por cuanto tiempo porque hay días en que las fuerzas no acompañan, tan solo dan ganas de tumbarse y...se ven las estrellas...disfrutare de ellas, aun en la noche más oscura y en la soledad más absoluta, en un lugar estrellado no se porqué, me siento acompañado y no tengo miedo.