Que el destino juega con las cartas marcadas lo sabemos todos, no importa tengas en tu mano una jugada maestra pues es el quien decide el curso de la partida.
Ese mismo que parece ciego, sordo y mudo durante un tiempo hasta que con una sarcástica sonrisa te mira y no te ves más que obligado a devolver la sonrisa y seguir con los designios que impone guste o no, pues el ser prisionero de si mismo y de su tiempo exige a toda forma humana doblegarse a las circunstancias.
Carpas que os reís y descoséis en cuanto viene el laurel traído por el viento que os muestra vuestro caldero infernal, yo os señalo como culpables, como manipuladoras de lo ajeno...
Dama que te apareces cada largo tiempo haz lo que siempre has hecho iluminando mis líneas, inspirando como tu nombre indica mi pequeña satisfacción. Poco puedo hacer y no hay redención ni venganza posible, en ti me entrego y en tus manos dejo el asunto, el único que ofrezco a manos de otros pues nadie más que tu logra acertar la saeta de lleno en la diana de mis sentimientos. Quiero algo justo, decente por una vez, aunque sólo sea para mi. Cuando todo esto pase y el tiempo y el polvo hagan del ahora un escombro, que esto perdure. Quiero que esté todo aquí, que nos reúna a todos, tanto a sufridos prisioneros como a viles jugadores. Retrátalo como voz hacéis mi bella dama, como hiciste con aquel baile del fin del mundo y que de una vez llegue y nos lleve a todos por delante.